Capítulo VIII. Erotomanía
Leyendo un artículo de El País, que no he podido rescatar, el grupito de innombrables (a saber, Celsa, el Ñaro y yo) descubrimos las lindeces de un síndrome acuñado como erotomanía y que pasaré a describir a continuación. Los que nos conocen más allá del blanco sobre negro (mi blog es la antípoda de un libro y a veces me da dolor de cabeza cuando releo) estarán de acuerdo en lo absurdo de nuestra conversación y en que a veces parece que optemos a imitadores de Faemino y Cansado.
Pues en eso estábamos cuando atendimos a reconocer el comportamiento de un conocido con una de nuestras amigas. Nos abstendremos de citar nombres porque no está el horno para bollos pero digamos que aquel artículo se adaptaba suficientemente a la realidad como para provocar ataques de risa aguda en Ingo y perversiones mentales en Celsa. A mí simplemente me dio miedo.
Entremos en materia. La erotomanía se entiende como un delirio pasional, la convicción de ser amado. Tres sentimientos están incrementados en la erotomanía: el orgullo, el deseo y la esperanza; y tres son los postulados básicos: “me ama”, “no puede ser feliz sin mí”, “es libre” (es decir, su matrimonio o compromiso no son válidos, son meras fachadas para esconder su verdadero amor por el delirante). El erotómano somete a una intensa observación y vigilancia a la persona amada, y las palabras y acciones de ésta sólo sirven para confirmar su idea delirante de ser amado (por lo que lo lee todo al revés, un “vete a la mierda” significaría un “cariño, no puedo vivir sin ti”). Y no importa si es rechazado mil veces. El erotómano cree que es sólo apariencia, pues en el fondo (y tan en el fondo) la otra persona le ama con fervor.
Pues en eso estábamos cuando atendimos a reconocer el comportamiento de un conocido con una de nuestras amigas. Nos abstendremos de citar nombres porque no está el horno para bollos pero digamos que aquel artículo se adaptaba suficientemente a la realidad como para provocar ataques de risa aguda en Ingo y perversiones mentales en Celsa. A mí simplemente me dio miedo.
Entremos en materia. La erotomanía se entiende como un delirio pasional, la convicción de ser amado. Tres sentimientos están incrementados en la erotomanía: el orgullo, el deseo y la esperanza; y tres son los postulados básicos: “me ama”, “no puede ser feliz sin mí”, “es libre” (es decir, su matrimonio o compromiso no son válidos, son meras fachadas para esconder su verdadero amor por el delirante). El erotómano somete a una intensa observación y vigilancia a la persona amada, y las palabras y acciones de ésta sólo sirven para confirmar su idea delirante de ser amado (por lo que lo lee todo al revés, un “vete a la mierda” significaría un “cariño, no puedo vivir sin ti”). Y no importa si es rechazado mil veces. El erotómano cree que es sólo apariencia, pues en el fondo (y tan en el fondo) la otra persona le ama con fervor.
El sistema delirante se elabora sobre la base de intuiciones, de falsas demostraciones, de ilusiones, y de interpretaciones sin alucinaciones (es decir que escucha y ve lo que le da la gana e ignora los reclamos de sus colegas para que baje de la parra a la que se ha subido y atienda los hechos para reconocer cuál es la realidad). Generalmente se termina en la fase del rencor con reacciones agresivas, venganzas y hasta el “drama pasional” (sobre todo teniendo en cuenta que el erotómano ha sometido previamente a su amado/a a un constante análisis psicológico, asegurándole que no sabe lo que quiere, que todavía no se ha dado cuenta de que le ama, pero que cuando recupere “el norte” se echará de bruces - nunca mejor dicho - a sus brazos).
Aquí la sangre por suerte no ha llegado al río, al menos, que sepamos. Pero he de reconocer que estamos todos de atar y que cada vez me da más miedo estar soltera. Como dice el Ñaro, le tengo miedo al amor.