martes, septiembre 05, 2006

Capítulo VI. Oda a la infidelidad

La infidelidad empieza ahogando tus tendencias más honestas. Te coge desprevenido como el primer beso, exultante y sin sentido. Corroe tus entrañas buscando donde permanecer para siempre entre tus recuerdos, tus remordimientos y tu más sincero tú. Cuando llega es refrescante y emocionante. La crees compañera de entretenimientos y farras nocturnas. Le cuentas tus más sinceros pensamientos y le comentas las dudas. Pero ella ya había venido por ese camino.

Nunca viene sola. Ya estaba antes contigo, desde que puedes recordar. Fiel a ti desde el principio, como el buen amante, esperando el momento para hacerte suya para siempre. Si no la reconoces, llega despacio o ataca por sorpresa. Cuando llega con prisas la estocada es débil. Puede sangrarte hasta la muerte pero será una muerte larga, dependerá de si te dejan morir, solo. Si llega despacio, silenciosa, cautelosa y honesta, con cariño y respeto, entonces es demoledora. Destroza a cada paso los cimientos de tu persona, de todo en lo que crees. Demole los pilares sobre los que te sostienes y erige la nada en su lugar. Cuando llega despacio, no te reconoces y arrasas la tierra buscando quien fuiste o creíste ser.

Si titubea, indecisa, es posible que te pierdas para siempre porque no hay camino cuando no hay caminante que lo ande. Porque las piedras se deshacen y el fin del camino se desdibuja. Cuando llega despacio te desorienta, no sabes volver a casa porque no sabes cuál es. Y cuando vislumbras la puerta es tan tarde ya que no quieres molestar a quien te espera, no le quieres despertar, tan solo esperar que llegue un día más y al abrir la ventana te vea esperando como si nada hubiese pasado jamás.

Todos hemos sido infieles en algún momento de nuestra vida. Hemos sido infieles a nuestros principios y valores, a lo que defendemos, a nosotros mismos o a otras personas. Yo empecé siendo infiel el día que dejé al muñeco de
Ulises por el de Chewbacca teniendo por aquel entonces tres años. Siempre me negué a la infidelidad. Consideraba que tan bajo concepto no podía ser compatible con ciertos valores presentes en mi conciencia, como la honestidad y el respeto. Pero ya veis que la cabra tira al monte y Chewaka era más peludo, más españolo, que el griego escuchimizado que necesitaba a su hijo (Telémaco), a un androide (Nono) y a una extraterrestre (Tais) para salir de los apuros. ¡Calzonazos!

Siguiendo con mi línea argumental… La infidelidad es un concepto ambiguo. ¿Desde qué momento empieza uno a ser infiel? Si es a uno mismo, no lo reconocerá jamás. Si es a otra persona, lo reconocerá cuando ya no haya más remedio. ¿La infidelidad tiene grados? Por supuesto, existe incluso una escala de agravios que se establece en función del principio de “yo de aquí si que no paso” y de la que dependerá el resto de crímenes a la honestidad y al respeto y el listado de sanciones.

¿Quién tira la primera piedra?

4 Comments:

Blogger furie said...

siento tener que publicar cosas antiguas a aestas alturas... pero soy así de desastre. esta es mi vida

4:48 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Sé fiel a ti mismo.

2:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

A mi me ha encantado!

8:01 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

tal vez uno empieza a ser infiel cuando se da cuenta de que la fidelidad sólo hace daño, o de que ya ha hecho daño, sin querer

12:16 a. m.  

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