miércoles, junio 07, 2006

Capítulo V. Mirlos

Suicide Twist Festival
En contra de cualquier pronóstico, el destino parece haber decidido que todavía no es el momento de que me vaya de aquí con viento fresco. La noticia de que mi vida iba a seguir ligada a Bruselas durante los próximos dos años llegó tras otra semana repleta de idas y venidas. La ansiada visita de Paco y la despedida definitiva de Ainara. Un mirlo y, aunque no creo que le guste que se lo digan, una “BoBo” a juicio de los colegas.

En tren de alta velocidad hicimos ruta turística por la noche bruselense. Poca cultura y mucha fiesta. Y risas de agujetas. Por su puesto, hicimos lo digno y, al pisar tierras flamencas, Paco y yo nos dirigimos hacia Gante y Brujas para asegurarnos así que el tirón de la caravana alcohólica no nos impediría haber pasado antes una jornada cultural y de regocijo visual por Bélgica. A nuestro paso por Brujas, vivimos la típica descarga acuosa repentina, hicimos las típicas 20 fotos de la guía del turista y metimos la pata hasta el corvejón, como buenos “españolos”, publicando a voz en grito nuestra vida sexual más íntima sin pensar, quién lo hubiera dicho, que los viandantes que llevábamos delante eran de habla hispana.

En Gante inicié a Paco en el extenso mundo de la cerveza belga. Escogí la Galgenhuis, diminuta taberna que en época de Carlos V proveía a los condenados a la horca de su última cerveza y comida. Le planté una
Duvel a las cuatro de la tarde, comenzando así un ritmo que se mantuvo invariable a lo largo de su viaje. Ni decir tiene que el hecho de que la Duvel le triunfase tanto hizo bastante por nuestras posteriores juergas.

Exultantes estuvimos todas las noches, pero destacables son momentos como los del
Suicide Twist Festival. Aquello se convirtió en una orgía de beatniks y mods enseñando sus vergüenzas en Recyclart (ved fotos porque una vale más que mil palabras). Curiosa fauna. Entre exhibicionistas y vientres de cómic, encontramos a un par de taraos que le repetían a Ainara: “Quieres clic-clic?”. A Paco simplemente le decían: “Mete el dedo aquí”. Y ninguna de las dos propuestas era inocente ni estaba exenta de efectos alucinógenos. Tras la huída del antro de perversión y un intento por mi parte de convertir la casa de Ainara en un after, acabamos Paco y yo en el LOFT, diciendo indecencias y cantando éxitos de Los Piratas, mientras Manolo y Ainara dormían en el sofá. A las diez de la mañana y harto de escuchar cómo desafinábamos, Ingo despertó de su silencio y salió a darnos los buenos días y conversación a Paco, que no tenía ninguna intención de irse a dormir.

Sweet dreams

La noche anterior la apertura del festival acabó con una pelea en plan perros en celo en el Wax, encima de un Donut rojo tamaño gigante que triunfó entre los asistentes e hizo triunfar a más de uno. He de hacer un inciso. ¡Viva España y Viva el Flamenco! Y viva el bailaor de la fiesta española de mi stage, a quien abordé sin tapujos con un “tú no te acuerdas de mí pero yo de ti sí”.

Bueno, a parte de engrosar la lista de degustación cervecera de Paco, el Wax desveló mis talentos más ocultos. Dados ciertos actos de Manolo, entre los que destaca deshacerse del ticket del guardarropa porque “buah, este papelito que mierda es? No me sirve para nada y no encuentro la puta antena del móvil” (trigésimo quinta vez que la perdía esa noche), decidí apelar a mis poderes sobrenaturales y, al grito de “Lolo, tú levanta ese bolso del suelo, haz lo que te digo”, encontramos el dichoso papelito. No me preguntéis cómo podía saber que debajo de aquel icono verde pistacho del mal gusto se encontraba el ticket, pero yo sabía que así era.

No contenta con ello, tenía que resplandecer todavía más en la noche, me empeñé en darle una lección al inexperto sobre cómo intercambiar en el guardarropa, con tono amenazante, el icono verde por la chaqueta, con ticket en mano. Lo cual era totalmente absurdo e innecesario. “Mira, yo tengo un bolso. Y tú una chaqueta. Si me la das es tuyo”. La cara de estupefacción de la “madame cloakroom” se nos quedará grabada para siempre. A continuación, los tres de la mano, nos adentramos en la Bruselas gay. El “Soixante” estaba exaltado y nosotros también. Paco se puso a bailotear con un maromo encima de un mini podio y Manolo se dedicó a recibir propuestas indecentes allí por donde anduvo.

El Donut gigante del Wax

A las 6 de la tarde del sábado llegamos a casa de Andreu. Paella, Pacharán, resaca revoltosa y múltiples discursos absurdos. Ataques de risa descontrolada, propiciados por salidas célebres como la del Ñaro imitando a un “clic de playmobil” (sin articulaciones) sentándose de golpe en el alféizar de la ventana, al grito de “y ahora me siento”. El día siguió y nosotros desbarramos…

El domingo Paco logró por fin ver el sol y Bruselas de día. Se acabaron nuestras noches juntos y despedimos el fin de semana con una
película con carga emocional en casa de Ainara. Y cuando creí que iba a descansar me entraron tembleques resacosos de tiempos lejanos de mudanzas. Había que desplazar un sofá de 2m de largo hasta mi casa. Yo sólo pensaba… otra vez no, por Dios. Pero claro, el sofá está de “puturrú de foi” y me lo regalaba la señorita Ainara. La odisea terminó justo después de que mi cabeza se encajase bajo el sofá en lo alto de la escalera mientras intentaba levantarlo con los hombros y Ñaro empujaba desde abajo. ¡Un sofá nuevo bien vale una tortícolis!

Y nada más por ahora. Fred/Fran/Ramón y yo nos hemos visto un par de veces. Hemos vuelto a ir de conciertos y me ha devuelto la intimidad (las cortinas) en mi preciada habitación. Elena (Cookies) me está demostrando que el listón está muy alto y que no hay nada como llevar un Deo Roll-on Nivea en el bolso para ligar en los clubes más “in” de la ciudad. Y Teresa me ha hecho recuperar la confianza en mi hermoso trasero, al cuál le ha hecho todo un “book” fotográfico con la cámara de la compañera de piso de Flo (¿qué pensara ella?).

Lo dicho. Me reconcilio con Bruselas caminando al amanecer por la ciudad. Cruzo la Grand Place hacia el loft mientras mis tacones se pelean con los adoquines. La luz gris de la “stad” aparece entre las esquinas mezclada con el relucir de las farolas. Llega la hora establecida por la Comuna para apagar el alumbrado público y una a una veo morir las guías amarillas de mi camino. Aparece entonces Bruselas, una Bruselas que es mía y de nadie más. En la que los mirlos reinan y donde me siento cómoda. La oda de los Beatles me viene a la cabeza y un mirlo se posa en la verja del Manneken Pis para mirarme. Su color negro le hace perderse en el paisaje. Me detengo a observar la obra, a observar en un pequeño pájaro nocturno de música inconfundible el espejo de lo que soy y de lo que quiero ser, un mirlo cantando al amanecer.

Lolo, Ainara y Paco... buena combinación

martes, junio 06, 2006

Capítulo IV. 2 gigas de almacenamiento

Hace unas semanas, Iñigo y yo recibimos la visita de una gran señora. Aran, también llamada Arantzazu Santos Ciriquiain (REGIO) y mundialmente conocida gracias al movimiento revolucionario antifascista JETA EPISTOLAR, volvió a visitarnos con la excusa de cotizar a la Seguridad Social ejerciendo un trabajo temporal relacionado con el bacalao en Europa. Su paso por estas tierras precede a su definitiva partida a tierras lejanas, concretamente a Caracas, donde desarrollará funciones más intelectuales pero no por ello menos prácticas o de menor calado social.

Tras su experiencia en el acercamiento de los pueblos españoles a la vida cotidiana de las mujeres indígenas en Perú, las relaciones públicas con el manager de
El Fary y Miss España 2004, y actividades similares que más vale no mentar, Aran dedicará sus esfuerzos a… Bueno, la verdad es que nadie sabe a qué coño dedicará sus esfuerzos la JETA EPISTOLAR. En realidad, se ha pasado por Bruselas para hacer miles de canapés de “pescau” en la Seafood Exhibition, todo un hito en el calendario de ferias y congresos de Bruselas, a donde todos los funcionarios exentos del pago de impuestos dirigen sus traseros para ver cuantas langostas y bogavantes caben gratis en la funda de su “laptop”.

En realidad, el trabajillo de Aran acabó repercutiendo positivamente sobre nuestros hambrientos estómagos y neveras vacías. Llegados a la exposición y visto que no iba a ser tan fácil hacer de funcionario-jala-gratis, llamamos a nuestra compañera quien, muy amablemente, le comió el tarro al seguridad del exclusivísimo cóctel de las Comunidades Autónomas para que nos dejase entrar. A parte de pelearnos sobre quién le pela la gamba a quién, poco hicimos. Pero a la vuelta y fin de la exposición, Aran había conseguido empotrar en nuestro frigorífico 3 kilos de gambas peladas en salmuera, kilo y medio de surimi en las mismas condiciones, botellas de alcohol y aceite y pimientos rellenos de algún tipo de pescado azul cuya procedencia desconocemos. ¿Cómo acabó aquello? Cena y menú basado única y exclusivamente en gambas. A lo
Forrest Gump y Buba.
Bubba: Anyway, like I was sayin', shrimp is the fruit of the sea. You can barbecue it, boil it, broil it, bake it, saute it. Dey's uh, shrimp-kabobs, shrimp creole, shrimp gumbo. Pan fried, deep fried, stir-fried. There's pineapple shrimp, lemon shrimp, coconut shrimp, pepper shrimp, shrimp soup, shrimp stew, shrimp salad, shrimp and potatoes, shrimp
burger, shrimp sandwich. That- that's about it.
Bueno, a lo que iba. Aran, como su pasado puede llegar a insinuar, es capaz de almacenar hasta 2 gigabytes de información absurda en su cerebro. Consciente de ello, y tras comentarlo con mi compañero de piso, se inició una ardua competición sobre cuál de los dos contaba con más gigas de almacenamiento de información absurda. La competición se mantuvo muy ajustada hasta que descubrimos que Iñigo era definitivamente capaz de almacenar hasta un terabyte (1.099.511.627.776 bytes, esto es 1024 veces un gigabyte) de información absurda. Además, parece que Molledo y yo tampoco nos quedamos muy rezagados, aunque sigo pensando que Molledo juega en primera y yo en segunda.

La cuestión es que intenté, tras prometer, escribir una crónica sobre mis vacaciones en
Gerona, las cuáles han sido como el viaje de Ulises por los mares del Egeo, con monstruos y pueblos fantasma incluidos. Sin embargo, la teoría de los 2 Gigas me ha dado una nueva perspectiva. ¿Cuantos gigas almaceno? ¿Qué información retengo?

En esas, perdí el horizonte y dejé de escribir. Tanta información absurda resultaba inconexa para un hilo argumental lógico. En vez de eso, me inicié en una actividad totalmente desinteresada: amiga y guía de los chicos de Jurídico de la oficina, Antonio y Manolo. Esto podría sonar bastante pretencioso por mi parte, pero resulta que a ellos les hizo gracia la propuesta y aquí estoy yo de “animadora de campamento”. Tanto que, aprovechando el buen tiempo y la despedida de Santi, hicimos un movimiento hacia la naturaleza huyendo de la sociedad de los excesos.

¿Resultado? Acabamos revolcándonos por el césped del parque del Cincuentenario. Puede sonar muy bucólico, pero la realidad es que borrachos como cubas nos pusimos a
jugar al pañuelo y a hacer llaves de judo. Al día siguiente tenía un dedo del pie como una morcilla y una resaca interesante.
Naturaleza. Hay que asumirlo, como escribió el dramaturgo francés
Jean Anouilh: “A cada uno de nosotros le llega un día, más o menos triste, más o menos lejano, en que, por fin, debe aceptar que es un hombre”.