Capítulo XI. La Noche Cutre
Objetivo: resucitar de nuestras cenizas
Lema: Si no puedes con ellos, únete
Resultado: chuzo descontrolado sin sentido
El concepto ha sido desarrollado a partir de la filosofía “loft”, que postula un buen rollo permanente mediante la inclusión de aptitudes en el comportamiento tales como la adaptación de un rol social ajeno a la realidad del sujeto (cambio de nombre opcional) y la provocación al absurdo.
Se promoverá la ingestión de alcohol, la chorrada por que sí, la apertura a otras culturas, el trilinguismo y otras actitudes que se irán desvelando a lo largo de la velada.
La Noche Cutre es un éxodo a las tabernas, pubs y bares desclasificados más recónditos de la ciudad. Los asistentes realizarán un periplo épico por lo peor de la geografía nocturna, en busca de lo abstracto, lo extraño y lo incómodo a la vista y a los oídos.
Por favor, absténganse de juzgar lo desconocido. Esperamos lo disfruten.
Antro anónimo (Del lat. antrum y Del gr. ἀνώνυμος). Dícese del establecimiento nocturno (cueva, caverna o gruta) que se caracteriza por el paisaje abrupto y presencia de fauna salvaje autóctona.
Pero la noche cutre va más allá. Consiste en desterrar prejuicios y adentrarse en cualquier antrum: los radicalmente cutres (tabernas de abuelos de chinchón, cavernas para rockeros y grutas indies para gafapastas) y aquellos en los que por razones de gusto, clase, valores u oído no entrarías jamás. Estos son los denominados muy turísticos, de moda, para niñatos o Guaiemsiéy (os recomiendo Le Corbeau para este último).
Así, y como se nos estaba acabando la imaginación para salir por Bruselas, nos lanzamos a conquistar la ciudad subterránea sin expectativa alguna. La reducida convocatoria se saldó con 19 asistentes y una incorporación última a las 5 de la madrugada. Y tan preocupadas como estábamos por lograr adeptos machos, las cuentas se saldaron ¡a nuestro favor! No cuento con documentos gráficos para ilustrar la noche. Una pena. Pero esta no va a ser la última edición.
El plan era una birra en cada antro. Pero conforme se fue incorporando la fauna al grupo fue evidente que iba a resultar imposible.
La noche transcurrió del siguiente modo.
Punto de encuentro: Le Cercueil. Del tipo muy turístico, si lo encuentras, este antro se esconde entre la Grand Place y el barrio laberíntico de los restaurantes para guiris. Tan solo tres escuetas calles llevan de un lugar a otro y, sin embargo, esta cueva se niega a mostrar sus encantos a más de un veterano. Es un lugar para los bohemios en busca y captura de clásicos agujeros negros pero no todos los bolsillos se lo pueden permitir.
Te indican la calle y el número, pero tus ojos no ven la puerta. De entrada te sientes en la típica peli fantástica en la que el héroe debe dar con la respuesta al acertijo que muestre la puerta invisible. Cuando ya has encontrado el pasadizo, lo recorres y te das de morros, literalmente, con algo. Da igual qué, va a gusto del consumidor, porque la falta de luz es absoluta. No ves por donde pisas, ni si los colegas han llegado, hasta que desde un lugar desconocido las voces de sus espíritus te gritan “¡Ché, coño, Rebe, que estamos aquí!”. La experiencia está bien. Te pides una birra grande y te sacan una calavera con asa. Pero el éxtasis llega cuando pasas por caja. La esperpéntica calavera de las narices en la que no caben los 50cl que dice el camata sale por el módico precio de 7 euracos. ¡Bingo y caja!
Continuando el periplo y ya presentes todos, nos dirigíamos hacia uno de los míticos (me guardo información para la próxima edición) cuando nos topamos con el bar cutre por excelencia. No recuerdo su nombre pero ¿qué más da? Podría ser cualquiera.
El grupo se sentía tan motivado por el espíritu de la noche que pidieron a gritos entrar. Así que con un par y una cara de seriedad total, la veintena de insensatos entramos a luz de bombilla en un bar cuya clientela se contaba con los dedos de una mano y donde oímos, antes de verle la cara, el sonido de caja de los ojos del tabernero. Birras, birras, birras. Olor a cerveza rancia, decoración mural de madera y fotos de Bruselas en el XIX. Miradas furtivas de incomprensión desde la barra y conversación a la española de música de fondo. La Noche Cutre ya se podía considerar un éxito.
Recordemos el lema: ¡Un antro, una birra!
Al más puro estilo pastoreo, conseguí levantar sus traseros y desplazarlos hasta DNA Café, antrum entre la categoría radicalmentecutregruta y paraniñatos (antes de las 21h00 solo revolotean estudiantes de secundaria). Este café se precia por tener un look oscuro, un acristalado completo mirando a la rue, buena música y una fauna memorable, porcentualmente alta en gafapastas. Esta fue mi aportación más personal, dado que mientras unos lo consideran indeseable yo me pasaría las noches allí, bebiendo Duvel y hablando de música, a poder ser rock e incluso de paso algo de punk (actitud musical más típica de los flamencos que de los valones… ella ya sabe por qué lo digo).
Pero las niñas se me pusieron bailongas y había que evolucionar… Aquí yo daría por zanjada la edición si nos atuviésemos al concepto Noche Cutre. Sin embargo, y dado mi total y fiel respeto al lenguaje, he de comentar las últimas paradas por representar enteramente lo cutre, que no por ello desagradable, y por ende lo vulgar. Le Mezzo, donde se baila y se canta y te sirven fatal, y O’Reillys Nua, la versión destroy del O’Reillys Irish Pub, donde se reúnen las sobras del noctambulismo ñoño de Bruselas. Hisham se encargó de nuevo de adaptar el ritmo a nuestras peticiones, en la medida de lo disponible, la población negra masculina de intentar ligar con nosotrAs y la población femenina, sin discriminación de raza, de pasar de nosotrOs.
Y todos, a cuatro patas…
Buenas noches donde quiera que estén.